domingo, 27 de diciembre de 2009

Ya no creo en la aleatoriedad.
Cuando el alma parece jugar a los dados, cuestionemos si somos lo suficientemente dados al alma.

Desfile

Las palabras están archivadas. Guardadas diez metros bajo Tierra; al menos ahí abajo pusieron a las mejores.
Desligadas entre sí y anexadas sólo al polvo duermen... escondidas; como una caja de herramientas de abuelo, llenas de un peso que la inexperiencia no sabe levantar, comidas por el herrumbre del tiempo y el desuso, ni siquiera esperan que vengan a buscarlas...

esperar? venir? No, su antigüedad ya otorgó otras propiedades.

El alma está desnuda. Levita siglos por encima de la materia. Arraigada a nada y socia del dueño de las nubes sólo ronda. Su paseo eterno va tan lejos que de abajo no alcanzan a verla. Tan lejos que el "abajo" es anécdota, un mito, una leyenda que alguna vieja alma se inventó. Sin necesidad de contar nada, pues a su lado no hay más que ella misma, y cuando cuenta ya lo sabe todo, y al sonreir lo hace también con esa inmensa unanimidad, el alma toda entera.

La mente va creciendo. Adolescente conflictiva en pleno encuentro de sí, no aguanta un segundo más y se apura a identificar a sus héroes...algunas se camuflan con esas imágenes, mientras otras saben que los trajes y los poderes pasan por el camino como vehículos, distintas versiones de un mismo vehículo que nunca se queda... constante medio, nunca un fin.

El cuerpo camina. Lejos de la máquina pero inexorablemente tosco, su torpeza enternece a la conciencia al punto de tocarse, no siempre, pero cada día un instante más. Abrazadas y cómplices descubren senderos inexplorados, y cada rítmico paso al que se arrojan las piernas regala a la conciencia la certeza del temblor. Cuando van juntas, acopladas, todo se mueve, incluso los colores cambian de color, vistiéndose de gala y ansiosos por ser vistos, brillan. El desfile que dibujan sacude hasta los pulmones de la Tierra, que desde las profundidades aumentan la frecuencia y sonrojan su piel revelando demasiados amaneceres, los más puros amaneceres, si.

Cuando así se despliegan el cuerpo y la conciencia hasta el polvo se levanta, y abrazado al aire disfruta de ese antiguo Waltz. Desde diez metros bajo Tierra se asoman viejas compañeras, las archivadas, a cantar lo que el alma no puede y sobre el carro ornamentado de la mente, se suman al desfile... ahi van como encantadas, desafiando a los vacíos, propagándose a diestro y siniestro, a su gusto y por doquier. En su falta de timidez van mostrándose también ante mis ojos... y ante los tuyos...evidentes evidencias de la magia que les subyace, me dejan preguntando:
¿Qué le pido yo al desfile, que no valga ya de por sí?

lunes, 14 de diciembre de 2009

Verdad

¿Verdad?

No soporta el hombre la verdad.

La gloria que duerme en lo sublime,

Mejor nunca despierte a destrozarle.

La claridad le dejaría desnudo, impávido,

Inútil. Por sobre todas las cosas, inútil.

¿Verdad?

No soporta el hombre la verdad.

Ardería demente en la llama,

Declinaría, y el hombre no quiere caducar.

Sucumbiría a lo infinito, sin mirarlo,

sin escribir sobre él,

Ya despojado de compás,

Perdido, desamparado,

una nota que se aleja hasta la no existencia,

Convertido en lo eterno,

Dejaría de ser hombre.

¿Verdad?

No soporta el hombre la verdad,

Cada vez que ella me atraviesa,

Veo mi muerte,

Y “los hombres” no existen,

Este pensamiento no es mío,

El hombre se está encontrando,

Mercenario frente al espejo,

El hombre, está

Por morir.

Omega quiere

descarnarse.