miércoles, 17 de julio de 2013


Ay, escribir,
ésta imposibilidad.

El sol llora por toda la casa, y yo:
nada.
A la noche ya no elijo mis sueños,
y en la mañana me rindo al paliativo del odio,
más a nadie culpo,
el odio es mío. Aún me pertenezco.
El techo es mío, los amigos, todo es mío,
tengo los ojos dados vuelta.
Una implosión negra, un desperdicio. El pensamiento tuerto.

Parecería incesante la búsqueda pero más importante,
el encuentro es el incesante.
la desesperación sin embargo,
no es importante y me coje de todas formas.
Así revelo mi mediocridad,
que tallaré también,
pues mi inteligencia permite
aquello de un espacio todo sucio
que se puede limpiar.
En honor a mi abuelo, el más humilde,
me embarco hacia mi propia nobleza.
¡Pero cómo carezco a veces de intuiciones
y conocimientos
para trapear y barrer!
soy el ratón muerto sobre el piso,
rígido e irremediable. una víctima de la naturaleza,
ésta a la que no hay que confiarse sin pensar,
porque tiene por encima un cielo
que intermitentemente se revela, no tan escondido como dicen,
el hechizo de la naturaleza, el amo que apacible espera
nuestra resurrección, porque eso, conciencia mía,
 es lo básico y natural.

Recuérdalo.